Swingjugend: Resistencia musical en el III Reich

Hace unos meses volví a ver Swing KidsLos rebeldes del swing, en España-, un film realizado en 1993 por Thomas Carter, que está ambientado en la Alemania 1939 y en cuyo reparto figura Christian Bale. Narra la historia de un grupos de chicos y chicas swing –swingjugend, en alemán- que tienen que enfrentarse a los diversos brazos del régimen de nazi, especialmente a las Hitlerjugend -Juventudes Hitlerianas-,  para poder seguir disfrutando de su pasión tanto en los clubes de Berlín como en sus propias casas.

Ver de nuevo esta película, que tenía casi olvidada, junto al visionado de la serie germana de televisión Berlin Babylon, dónde el protagonista además de ser policía tiene una doble vida marcada por el swing y los cabarets de la capital alemana, me han animado a escribir este artículo en el que no me voy a extender en lo que se refiere al estilo musical, del cuál prácticamente no conozco nada, para centrarme estos chicos y chicas swing y de cómo fueron reprimidos desde las más altas instancias del III Reich de Adolf Hitler, así como de otros movimientos juveniles contrarios al régimen nazi.


01 – Lucha de clases: jazz & swing

02 – El desembarco del jazz durante los felices años 20s

03 – La capital del placer

04 – Berlín Jazzbilonia

05 – Malos tiempos para el jazz

06 – Música degenerada para chicos swing de clase alta

07 – Chicos swing, piratas, jóvenes proletarios y delincuentes juveniles vs III Reich

08 – El Reich contraataca 


Lucha de clases: jazz & swing

El origen del swing hay que buscarlo a finales de la década de los años 20 en Estados Unidos, un estilo desarrollado en el seno de la música jazz y que también es conocido como swing jazz. Un estilo que se desarrolló bajo el formato de big band, donde progresivamente el solista ganó en importancia, naciendo algunos de los grandes referentes del género como Fletcher HendersonBenny GoodmanCount Basie o Duke Ellington, cuya banda fue residente del mítico Cotton Club de Nueva York. 

El swing, además, es un estilo ligado a la crisis ya que hay quién sitúa sus orígenes se sitúan en 1929, año del famoso crack bursátil de Wall Street, también esconde una lucha de clases, un conflicto de intereses racial entre músicos negros y blancos ávidos de hacer dinero. El público blanco buscaba un estilo más asimilable, así como también controlar comercialmente el jazz, que tradicionalmente era una música interpretada por afroamericanos. 

El primer estilo de jazz que surge en la historia de la música es el Mainstream, nacido en los suburbios de Nueva Orleans de la mano de King Oliver con su Creole Jazz Band. Está considerado el primer estilo de jazz debido a que introduce la improvisación. Sin embargo, muchos músicos de esta ciudad tuvieron que buscarse la vida tras el cierre del barrio de Storyville en 1917, ya que el Comando de la Marina de los Estados Unidos ordenó su clausura debido a que era una zona muy peligrosa para los marinos estadounidenses, que estaban en plena I Guerra Mundial

Muchos músicos de la ciudad del estado de Luisiana decidieron emigrar a Chicago, a dónde exportaron el estilo Nueva Orleans que será asimilado, copiado y reproducido por las bandas blancas de la conocida como Ciudad del Viento. Estas big bands formadas por músicos blancos van a verse respaldadas por las discográficas de la ciudad, que no sólo otearon la posibilidad de hacer negocio con este nuevo género, además vetaron a los músicos negros, naciendo así el estilo Chicago o Dixieland

La primera grabación jazz se considera de 1917 y fue realizada por músicos blancos de Chicago provenientes de la ciudad de Nueva Orleans. Unos años después, a mediados de la década de los felices años 20, se dice que un miembro de la banda de Fletcher Henderson, un tal Louis Armstrong, creó el swing por accidente. Sin embargo, el que se iba a llevar el apodo de Rey del Swing iba a ser el blanco Benny Goodman una década después, en 1938 tras su famoso concierto en el Carnegie Hall de New York.

Este estilo musical comenzó a conseguir gran repercusión y popularidad en la década de los años 30, es decir, se convirtió en la música de moda del momento. Sin embargo, a pesar de las innovaciones del swing con respecto al jazz, hay otro elemento fundamental y que ayudó a popularizar este sonido: el baile. Hay diversas formas de bailar el swing, entre ellas, lindy hop, charleston, balboa, o claqué, todos ellos surgieron en Estados Unidos de la mano de la cultura afroamericana de las décadas de los años 20 y 30, extendiéndose después a Europa donde también gozó de gran popularidad.

El desembarco del jazz durante los felices años 20s

Sin embargo, a pesar de que el origen tanto del jazz como del swing está en el seno de la comunidad de músicos afroamericanos, en Europa, ambos estilos iban a ser adoptados principalmente por las élites intelectuales y culturales del Viejo Continente, en especial de países como Reino Unido, Francia o Alemania. La llegada del jazz tuvo mucho que ver con la I Guerra Mundial y con la llegada de los soldados estadounidenses al campo de batalla, trayendo el jazz desde el otro lado del Atlántico. 

El jazz llega a Europa gracias a los soldados estadounidenses y, sobre todo, a los puertorriqueños, ya que de esta nacionalidad eran los componentes de la banda del Regimiento 369º de Infantería, que desembarcó en Brest, Francia, en 1918. Este regimiento estaba compuesto íntegramente por soldados de color, ya que por entonces, en el ejercito regía una férrea política racional, por la cuál negros y blancos no podían compartir unidad militar. 

En este regimiento estaba James Reese Europe, una figura muy importante en la escena musical de Nueva York, que se presentó a filas para combatir en la Gran Guerra, buscando otros compañeros negros que se alistasen para formar una banda musical en el seno de su unidad. Como el peligro de muerte era considerable y la paga no muy generosa, Reese se fue a buscar músicos a San Juan de Puerto Rico, reclutando a 18 de los 32 músicos de la banda.

Debido a la ferocidad con la que el 369º se desempeñaba en el campo de batalla, sus miembros comenzaron a ser conocidos como Hell Fighters, apodo que también iba a dar nombre a la banda de jazz del regimiento. El grupo fue tocando por todas y cada una de las ciudades por las que fue pasando, llegando a protagonizar sonoras actuaciones en Campos Elíseos y en los jardines de las Tullerías de París. La banda de Reese fue la más popular de entre las formaciones de jazz de las compañías de negros del ejército estadounidense desplazado a Europa. Incluso el New York Times les catalogó como la mejor banda militar del mundo. 

Los soldados yankees fueron los precursores en la introducción del jazz en Europa, siguiéndoles orquestas como Original Dixieland Jass Band, que en 1919 actuó en Londres y París; o Southern Syncopated Orchestra, dirigida por Will Marion Cook, que recorrió Europa logrando un gran éxito en la capital del Reino Unido. Las grandes ciudades europeas y los bolsillos más pudientes quedaron rendidos al nuevo sonido que llegaba desde Estados Unidos.  Los autores clásicos son apartados en las preferencias y sustituidos el jazz. La música se convierte en otro objeto más de consumo, gracias a la intervención de varios factores como la radio, el cine musical o el fonógrafo. Los ritmos negros, no sólo el jazz, también los caribeños, son los preferidos de los europeos. 

Con la música negra, también llega su baile, que empieza a causar furor. Al principio, como en pasó en París, casi de una forma clandestina, como en la parte trasera de un café de Montparnasse regentado por un emigrante de Martinica, que creó un pequeño salón de baile para sus compatriotas, al que progresivamente se fueron juntando personas de color de diversas nacionales. 

La existencia de un baile negro llega a oídos de intelectuales como de los artistas (Pablo Picasso, Tsuguharu Foujita) de los escritores (Jean Cocteau, Robert Desnos), de los fotógrafos (Man Ray) poniéndose de moda terminar sus juergas nocturnas en este establecimiento para poder hacer el «baile de negros».  Uno de estos estilos de baile iba a arrasar Europa durante los años 20: el charlestón. 

La capital del placer 

Durante los años 20, la población europea superó los efectos de la contienda bélica, comenzando una recuperación económica y con ésta se volvió a recuperar facetas como el ocio. El pueblo tenía ganas de divertirse tras unos años oscuros debido al gran conflicto europeo. Algunas de estas ciudades vieron un auténtico florecer bohemio durante la década de los años 20, comandado por artistas e intelectuales, como hemos visto en el caso de París.

Una de estas ciudades con una agitada vida nocturna es Berlín, considerada durante los años 20 como la capital del jazz, testigo que en la siguiente década iba a traspasar a París. Las penurias económicas de gran parte de la población alemana, con una gran volatilidad del marco alemán, contrastan con la amplia oferta de vida nocturna, repleta de cabarets, salones de baile y cafés nocturnos, iba a impulsar la popularidad del jazz en esta ciudad, que en 1930 contaba con 4 millones de habitantes censados.

Una vida nocturna hecha a la medida de las clases más pudientes y de extranjeros que acudiesen a la capital con fondos en alguna divisa internacional sin fluctuaciones como el dólar o la libra esterlina. La vida nocturna, no sólo en Berlín también en otras grandes capitales como París o Londres, iba a encontrar en el cabaret a su lugar de referencia. En la capital alemana mayoritariamente se situaban en Friedrichstraße y alrededores, algunos de los más populares durante las décadas de los años 20 y 30 fueron ElDorado, Wintergarten o Residenz, así como clubes especializados en música jazz como es el caso del Quasimodo

El ambiente que rodeaba al mundo del cabaret estaba regido por la libertad sexual y la promiscuidad, de hecho había cabarets exclusivos para hombres, mujeres y transexuales. En una ciudad con tantos problemas económicos como era el Berlín de los años 20 y 30, con mucha población viviendo en la miseria, estos ambientes nocturnos vieron un gran incremento de la prostitución. Era la única forma en la que miles de mujeres alemanas. muchas de ellas viudas tras la guerra, tenían para ganarse la vida y sacar adelante a su familia. Las meretrices se diferenciaban entre ellas por el color de las botas, cada uno de ellos significaba un tipo de servicio o especialidad. 

Por supuesto, en la noche cabaretera de Berlín también había drogas. No en vano, la capital alemana no sólo fue conocida como la capital del jazz, también era la del placer, y no sólo por la libertad sexual. Las drogas de referencia en estos ambientes fueron la cocaína, la morfina y el opio. Drogas que estaban complementadas por fármacos de todo tipo, creados por la potente industria del sector que tuvo un gran desarrollo en Alemania durante estas décadas. Por ejemplo, se crearon pastillas para combatir la depresión de la derrota en los soldados que volvían del frente. 

Sin embargo, el mundo del cabaret era mucho más que sexo, alcohol y drogas. En ellos se escucha la música del momento, el jazz, se bailaba y conformaban un espacio de libertad para la crítica socio-política, especialmente dirigida hacia Adolf Hitler y sus acólitos del NSDAP. Uno de los cabarets que más destacaron por su ácida crítica política hacia el partido nazi fue Die Katakombe, que terminaría siendo clausurado en 1935 por orden de Joseph Goebbels

Berlín Jazzbilonia

El año 1925 suele ser mencionado como punto de inflexión en el mundo cultural y en la vida nocturna de esa Babilonia moderna en la que se había convertido Berlín tras la I Guerra Mundial. Uno de los elementos clave en esta transformación es la llegada del espectáculo de teatro-revista La Revue Négre al Theater Des Westens, show interpretado por Joséphine Baker, que anteriormente había sido estrenado en París por esta artista que durante la II Guerra Mundial hizo labores de espionaje en favor de la resistencia. Se dice que el espectáculo conmocionó tanto a la sociedad de la capital que ésta nunca volvió a ser la misma.

También en 1925, el Admiralpalast iba a acoger el espectáculo musical Chocolate Kiddies, que llegaba directamente desde Nueva York. Sam Wooding y su orquesta fueron los elegidos para ir de gira por Europa, con Edith Wilson y Adeline Hall como vocalistas más Tommy Ladnier como estrella solista. Se dice que en la expedición también figuraban 30 coristas, otros tantos bailarines y comediantes. En este espectáculo musical se interpretaban 11 temas en directos, muchos pertenecientes a la cosecha de Duke Ellington. Sam Wooding & His Chocolate Kiddies está considerada como una de las formaciones pioneras a la hora de importar el jazz a Europa, incluso realizó varias sesiones de grabación en Berlín durante 1925 y 1926. 

De estos espectáculos, los periódicos llegaron a decir que eran «una mezcla de bosque primitivo y rascacielos; como su música, el jazz, con sus colores y ritmos. Ultramoderno y ultraprimitivo», o que «la humanidad ha vuelto a sus orígenes en los pasos, las sacudidas y cuerpos liberados.  Son la expresión más profunda de nuestro anhelo más íntimo«. La propia Joséphine Baker manifestó en sus memorias sobre la acogida de la prensa alemana que «escribieron que yo era la personificación del expresionismo alemán de hoy, del primitivismo alemán… ¿qué significa todo eso?«.

No toda la sociedad alemana se lanzó a abrazar con efusividad la nueva corriente musical que llega allende sus fronteras. Desde el principio, gran parte de los sectores más conservadores y nacionalistas de la derecha alemana se manifestaron en contra de la denominada música fremdländisch (extranjera) y abogaban por su erradicación.  La aceptación no tarda en llegar y poco después los músicos alemanes comienzan su cercanía con el saxofón y la percusión. Entre 1926 y 1928 es editado el primer libro alemán de jazz y se imparte la primera clase. 

Cartel de "Prohibido bailar el swing"
Cartel de «Prohibido bailar el swing«

Malos tiempos para el jazz

El jazz y el swing se iban apoderando de la noche de Berlín, pero en el horizonte se veían unos nubarrones que iban a poner en el disparadero a cualquier tipo de manifestación cultural que no se ajustase a los cánones del buen alemán. El país seguía sumido en una gran inestabilidad debido a la crisis económica propia que vivía Alemania tras la Gran Guerra; además, ésta se verá agravada por los efectos de la crisis económica fruto del crack bursátil de 1929; y, para finalizar, el ascenso al poder de Hitler y del Partido Nazi, primero a la cancillería a finales de enero de 1933 y, después de la muerte del presidente Paul von Hindenburg en 1934, el control total del estado. 

Como hemos visto anteriormente, ni el jazz ni el swing habían sido muy bien acogidos por los sectores conservadores y nacionalistas de Alemania, al igual que otras muchas corrientes escénicas, literarias y artísticas. El motivo no sólo era su «modernidad» en comparación por el gusto hacia el clasicismo musical de los nazis; también hay que añadir que había cuestiones puramente raciales y políticas que convertían al jazz en una música degenerada. Gran parte de los compositores y músicos de la escena jazz y swing eran negros, judíos o simpatizantes del marxismo. Este periodo de asalto del poder por parte de los nazis coincide con la denominada Era Roja del Jazz, entre 1932 y 1936, cuando en la URSS se consideró a esta música como hecha por personas oprimidas, es decir, por el proletariado y se veía como un instrumento para fomentar la conciencia de clase.  

Como bien sabéis, uno de los principales instrumentos que utilizó Hitler para llegar al poder y comenzar su política expansionista por Europa fue el uso de la propaganda, para lo cual era absolutamente vital controlar los medios de comunicación. Un control que llevó a instaurar una censura sin piedad para todo aquello que pudiera contaminar la pureza del ideal germano. Uno de esos elementos potencialmente subversivos fue el jazz, del que se llegó a decir perlas como ésta:

…el llamado Jazz debería estar desprovisto de esos ritmos histéricos propios de razas bárbaras cuyos oscuros instintos podrían enajenar el espíritu germano, así como de todas esas sordinas que convierten el noble sonido de los instrumentos de viento metal en aullidos judeo-masónicos…

Como vimos en el caso de Punk y Censura en la URSS, el  control de la música se convierte en algo definitivo para evitar cualquier disidencia. El jazz fue prohibido oficialmente en Alemania en 1935, sin embargo, consiguió sobrevivir tanto en los clubes nocturnos como en las tiendas de discos, sin olvidar el siempre recurrente mercado estraperlista. A pesar de ello, el régimen nazi emitió un decálogo de normas a las que debían atenerse los músicos de jazz en un intento, en vano, de germanizar este estilo musical:

  1. Piezas con ritmo foxtrot (el así llamado swing) no deben exceder el 20% del repertorio de orquestas ligeras y bandas de baile.
  2. En este repertorio del así llamado jazz tienen preferencia las composiciones en clave mayor y letras que expresen la alegría de vivir en vez de las letras sombrías de los judíos.
  3. En cuanto al tempo, también se dará preferencia a composiciones enérgicas sobre las lentas (el así llamado blues); en cualquier caso, el ritmo no debe exceder cierto grado de allegro, en consonancia con el sentido ario de la disciplina y la moderación. En ningún caso serán tolerados excesos negroides en el tempo (el así llamado hot-jazz) ni en interpretaciones solistas (así llamadas breaks).
  4. Las composiciones del así llamado jazz deben contener como máximo 10% de síncopa, el resto deberá consistir en un movimiento legato natural desprovisto de los reveses rítmicos histéricos característicos de las razas bárbaras y vehículo de oscuros instintos ajenos al pueblo alemán (los así llamados riffs).
  5. Estrictamente prohibido utilizar instrumentos ajenos al espíritu alemán (los así llamados cencerro, flexatone, plumillas, etc.), así como todas las sordinas que convierten el noble sonido de los instrumentos de viento y metal en un aullido judeo-masónico (el así llamado wa-wa, hat, etc.).
  6. También están prohibidos los así llamados breaks de percusiones que duren más de la mitad de un compás en un ritmo de cuatro cuartos (excepto en marchas de estilo militar).
  7. El contrabajo debe tocarse exclusivamente con el arco en las así llamadas composiciones de jazz.
  8. Puntear las cuerdas está prohibido por dañar el instrumento e ir en detrimento de la musicalidad aria; si un efecto del así llamado pizzicato es absolutamente deseable para el talante de la composición, debe tomarse estricto cuidado para que la cuerda no golpetee en sordina, que desde ahora está prohibida.
  9. Los músicos tienen igualmente prohibido realizar improvisaciones vocales (el así llamado scat).
  10. A todas las orquestas ligeras y bandas de baile se les aconseja restringir el uso de saxofones de todos los tonos y sustituirlos por el violonchelo, la viola o posiblemente un instrumento folclórico adecuado.
Cartel de la exposición Entartete Musik ("Música degenerada") de Múnic en 1938
Cartel de la exposición Entartete Musik («Música degenerada») de Múnich en 1938

Música degenerada para chicos swing de clase alta

Toda esta campaña emprendida desde las altas instancias gubernamentales del nazismo se concretó, como podemos leer en los artículos de Music and Holocaust, «en la exposición Entartete Musik (Música Degenerada), basada en la exitosa exhibición itinerante Entartete Kunst (Arte Degenerado). Organizada por Hans Severus Ziegler, esta ambiciosa producción tuvo lugar en Dusseldorf e intentaba mostrar al público alemán de qué se trataba la música degenerada, cuáles eran sus peligros y celebrar su purgación de la sociedad alemana«. 

«Sin embargo, Ziegler pronto se dio cuenta de que la “música degenerada” era extremadamente difícil de definir. Muchas de las piezas tocadas en la exhibición como ejemplos de degeneración eran populares entre los oyentes y algunos temieron que asistieran a la muestra admiradores con ganas de escucharlas. El ataque contra los judíos había suscitado poca protesta pero esta exhibición fue más perturbadora para los músicos alemanes, probablemente porque la “degeneración” no estaba ligada simplemente a negros o judíos, sino también a música experimental y “extranjera” de distintos tipos«, podemos leer en el artículo.

El musicólogo Hans Joachim Moser,  hijo del violinista Andreas Moser, resumió el sentir nazi sobre el jazz: «Como pasa en todos lados, los judíos penetraron en la esfera musical de los Estados Unidos y Europa; editores, agentes y la prensa decidieron ubicar a sus camaradas raciales en casi todos los lugares decisivos y así intentaron imponer sus gustos sobre los de la gente común. No podemos negar que hubo individuos entre ellos que a través de la asimilación y el talento, particularmente como imitadores/ reproductores, produjeron algunos trabajos admirables. Sin embargo, luego de 1933, fueron removidos de nuestro círculo cultural en justificada defensa de emergencia de nuestra raza aria contra la tiranía intelectual y económica que nos impusieron los judíos«.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de la propaganda del régimen nazi, de la difusión de la buena música alemana que hacía el Reichsmusikkammer (Consejo de Música del Reich), de la exposición de Ziegler; en Alemania proliferó toda una juventud adicta a la música jazz y, en concreto, al swing y a sus bailes, que tan degenerados y perniciosos parecían a ojos del nacionalsocialismo. Hay diversas informaciones sobre la aparición de los primeros chicos y chicas swing, hay quien apunta a 1935 o 1936; mientras otros retrasan su irrupción a 1938. Sin embargo, en lo que coinciden es que surgieron en Hamburgo, para después extenderse por la capital y otras ciudades como Frankfurt.

… el llamado Jazz debería estar desprovisto de esos ritmos histéricos propias de razas bárbaras cuyos oscuros instintos podrían enajenar el espíritu germánico, así como de todas esas sordinas que convierten el noble sonido de los instrumentos de viento metal en aullidos judeo-masónicos…

Sobre la procedencia social de estos chicos swing, el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, habló en agosto de 1941 de la «juventud plutócrata» de Hamburgo, «cuya única meta era librarse del Servicio de Trabajo y el servicio militar obligatorio«. Aunque casi todos los padres de estos rebeldes del swing eran «acaudalados comerciantes o profesionales como médicos y abogados, residentes en barrios acomodados como Blankensese y Harvestehude, otros eran maestros artesanos, funcionarios de rango inferior u oficinistas de Altona«, explica Michael H. Kanter en el libro Las Juventudes Hitlerianas.  

«Esto se notaba en las ocupaciones de los propios swing, entre los que casi un setenta por ciento estaba realizando sus estudios de secundaria y el resto seguía alguna clase de prácticas profesionales. Estos significa que mientras los estudiantes recibían generosas pagas de sus progenitores, los que realizaban un empleo cualificado ya estaban ganando su propio dinero«, analiza Kanter el estatus socio-económico de los integrantes de los círculos de la Swingjugend de Hamburgo. Precisamente, este término de Swingjugend «también deriva de la jerga nazi y es igualmente discriminatorio en intención, se convirtió en el término estándar«. 

«El ambiente elitista del que procedían los líderes del movimiento swing como Vogel lo determinarían los orígenes sociales de la pandilla que se juntaba en la pista de patinaje y cuyos componentes eran miembros de exclusivos clubes deportivos, especialmente clubes de deportes acuáticos, en aquella ciudad portuaria… El ambiente que se respiraba en estos clubes hasta 1940 era diferente a todo: servían té a la inglesa por las tardes mientras se amenizaba la merienda con música dixieland o swing o con la actuación de orquestas en vivo. Tras muchas horas de relax y ocio en estos clubes, aquellos privilegiados hijos e hijas se reunían en alguno de los cafés o clubes nocturnos más caros de la ciudad, la mayoría de las veces para seguir bailando el swing al ritmo de conjuntos alemanes y extranjeros«, prosigue Kanter.

El propio Vogel, de nombre Robert, al que se refiere Kanter en su texto, explica como las mujeres entraban a formar parte del círculos de estos chicos swing. «No hay duda de que las chicas lo tenían más fácil para escalar socialmente. Me acuerdo de una cuyo padre tenía un negocio de soldaduras, y por tanto era un maestro artesano. Es importante tener en cuenta que era raro que nos decantásemos por chicas de esa clase. Aún así, aceptábamos de buen grado en nuestro grupo a chicas de clase social más baja que estuvieran bien, es decir, que fueran guapas«. 

Swingjugend

Chicos swing, piratas y delicuentes juveniles vs III Reich

«Durante los primeros años de la guerra, el movimiento Swingjugend registró la entrada de un gran número de miembros y se convirtió en un movimiento de protesta que el régimen nazi tuvo que considerar seriamente. Los Swingjugend rechazaban el estado nazi, sobre todo por su ideología y uniformidad, su militarismo, “el principio de autoridad del Führer” y la nivelación Volksgemeinschaft (comunidad del pueblo). Sufrieron una restricción masiva de su libertad personal; se rebelaron contra todo esto a través del jazz y del swing, que estaban a favor del amor a la vida, la autodeterminación, el no conformismo, la libertad, la independencia, el liberalismo y el internacionalismo«, explican en Music and The Holocaust.

«Además de la agradable apariencia externa de los Swingjugend, que se basaba en la vestimenta y el estilo de vida angloamericano e iba acompañada de un comportamiento tranquilo y relajado, los nazis se sentían insultados principalmente por su actitud liberal frente a la vida. Dado que los Swingjugend  no se preocupaban demasiado por  los toques de queda, las prohibiciones de baile o la prohibición de escuchar las denominadas “estaciones de radio enemigas” una vez iniciada la guerra, entraron en más conflicto con el estado nazi«, explican. 

La música no era el único aspecto que no gustaba del swing a los nazis, también la estética de estos jóvenes. «Lucían aquel característico modo de vestir y de acicalarse tan diametralmente opuesto a los aburridos uniformes de las Juventudes Hitlerianas y de las BDM. Y vestían esos atuendos sin disimulo cuando se reunían para bailar el swing en fiestas particulares y públicas. La ropa era cara y ostentosa, y seguía los dictados de las modas y estilos estadounidenses que veían en las películas, aunque con algún que otro toque británico también«, describe Kanter a los chicos swing.

Esta estética en las chicas consistía en «largas y brillantes melenas, lapiz de labios, uñas esmaltadas, medias de seda y estrchísimas faldas o pantalones cortos que resaltaban sus cinturas de avispa… Una gabardina drapeada solía aportar el últmo toque a aquel estilo elegante y desenfadado. Los chicos también llevaban el pelo largo y combinaban la gabardina con sus zapatos de gruesas suelas de crepé, y con frecuencia lucían un alfiler con las barras y estrellas o la Union Jack, prendido de la solapa de sus chaquetas Príncipe de Gales«. 

Sumado a esto, «los Swingjugend comenzaron a expresar su posición opositora cada vez más explícitamente. Esto incluía desde burlas al movimiento nazi a través de acciones provocativas y confrontaciones violentas hasta su  negativa a pertenecer a la membresía obligatoria de las Hitlerjugend (Juventudes Hitlerianas) y a la Bund Deutscher Mädel (Liga de Muchachas Alemanas) o al servicio militar del ejército«. Una de estas burlas fue transformar el «sieg heil» por «swing heil!» Lo cuál les convirtió en un objetivo claro del régimen, especialmente una vez empezó la II Guerra Mundial en septiembre de 1939. 

La mayoría de los Piratas de Edelweiss eran trabajadores orgullosos. Contaban con empleos a tiempo completo y se ganaban el pan. No eran ni los comunistas ni la escoria que sus contemporáneos, y sobre todo las Juventudes Hitlerianas, aseguraban que eran.

Sin embargo, los Swingjugend no fue el único movimiento juvenil alemán en ser represaliado por el III Reich y por su brazo adolescente, las Juventudes Hitlerianas. En Alemania, además dela Rosa Blanca, aparecieron otras manifestaciones contrarias al poder nacionalsocialista de Hitler y su partido. En este apartado también vamos a hablar de Blasen (Burbujas) y Edelweißpiraten (Piratas de Edelweiss).

Las propias pandillas de jóvenes delincuentes, que en el sur de Alemania se hacían llamar Blasen o Burbujas, fueron objeto de persecución y no sólo por sus actividades ilícitas. Sus miembros solían ser obreros o aprendices de almacén de procedencia proletaria o de clase media-baja, con «un historial irregular o inexistente de afiliación a las Juventudes Hitlerianas y una marcada predilección por los delitos menores«. Estas bandas criminales ya se habían dado durante los años de la República de Weimar, pero tras 1933, «su espíritu contra la autoridad se convertiría en antiautoritarismo, y las transgresiones cometidas por las pandillas asumieron, has cierto punto, las dimensiones de una protesta política«. 

Su oposición al régimen nazi y, en especial, a las Juventudes Hitlerianas no sólo se manifestó en una insumisión activa al reclutamiento en ellas, algo obligatorio desde 1939, tambiénen «actos de sabotaje, robos y, en ocasiones, groseras indecencias sexuales para protestar contra la sociedad que daba refugio a las HJ«. Estos «inadaptados rebeldes«, como les definió la autoridad, estarían muy presentes en localidades como Breslau, Cehmmitz o Hamburgo. Precisamente, en esta última localidad, estos jóvenes no merodeaban ningún exclusivo club deportivo, ellos marchaban por Harburg y Altona, barrios con una cultura proletaria muy desarrollada. 

«Las bandas, compuestas por aprendices y alumnos de los colegios menos exclusivos, tenían nombres como Banda del Gigante, Banda de Bismarck y Banda de la Cabeza del Muerto. Éstas alternaban el robo a pequeña escala con los ataques físicos contra los miembros de las Juventudes Hitlerianas y, en particular, contra su división policial, la tan odiada Streifendienst (SRD)«, podemos leer en el libro de Michael H. Kanter. 

… su espíritu contra la autoridad se convertiría en antiautoritarismo, y las transgresiones cometidas por las pandillas asumieron, has cierto punto, las dimensiones de una protesta política …

En el este y oeste de Alemania operaría otras pandillas de procedencia social similar, aunque «en su caso mantenían unos lazos ideológicos más estrechos con la antigua izquierda política alemana. En el este se hallaban concentradas en Leipzig y se las conocía como Meuten o Mafias; en el oeste operaban en Colonia y Düsseldorf y en ciudades del Ruhr industrializado como Duisburgo, Dortmund y Essen. Los nombres de las bandas del oeste variaban, pero en conjunto se las conocía principalmente como Edelweisspiraten«.

Los Edelweisspiraten, «surgidos de una contracultura proletaria y de clase baja ligada a las estructuras industriales de la zona del Ruhr, que se extendía desde Colonia al suroeste hasta Dortmund al noreste, se propagaron desde sus bases de origen hasta lugares tan apartados cmo Frankfurt, al sur, o Minden, al norte«. «La mayoría de los Piratas de Edelweiss eran trabajadores orgullosos. Contaban con empleos a tiempo completo y se ganaban el pan. No eran ni los comunistas ni la escoria que sus contemporáneos, y sobre todo las Juventudes Hitlerianas, aseguraban que eran«. 

Los Edelweisspiraten compartían con los Swingjugend su odio por los nazis, pero nada más. Sus razones, al igual que en el caso de los chicos y chicas swing, no obedecían a una cuestión ideológica si no a un mero conflicto de clase: «les negaban cualquier mecanismo de prosperar socialmente«. «Eran perfectamente conscientes de que la organización juvenil escogía para cubrir gran parte de los mandos inferiores y medios a estudiantes de secundario cuyos padres pertenecían a las clases más elitistas de la sociedad«. La oposición de estos piratas no era tanto hacia el propio régimen nazi en sí, lo era hacia la organización juvenil del III Reich. De hecho, cuando llegaban a la mayoría de edad preferían incorporarse como voluntarios a la Wehrmacht, porque les permitiría ascender en la pirámide social, pero «nunca» a los cachorros de Hitler, «con las que buscaban enfrentarse en todo momento«.

Edelweiss Piraten / Piratas de Edelweiss
Edelweiss Piraten / Piratas de Edelweiss

El Reich contraataca

El compromiso que «los Swingjugend tenían con el jazz hizo que fueran discriminados, aislados y asesinados por razones que no estaban relacionadas con la música (presunta resistencia moral, rechazo de servicio en las Juventudes Hitlerianas o en la Liga de Muchachas Alemanas, por ser de fe judía, …). Dichos actos provocaron que los seguidores del swing sufrieran todo tipo de sanciones y actos de venganza. Pero la lucha contra los Swingjugend se dificultó por el hecho de que el estado alemán no tenía medios acordados a nivel nacional para lidiar con ellos y además los nazis no se enfrentaban con una organización unificada, sino con grupos de amigos prácticamente no organizados«.  

Hamburgo y Berlín eran los dos centros neurálgicos de la actividad de los Swingjugend. Sin embargo, la ciudad del mar del Norte iba a ser el lugar donde iba a comenzar la gran represión nazi de la música swing. Si antes del estallido de la guerra ya habíamos visto que el jazz había sido prohibido en la radio y las estrictas reglas que regulaban la actividad musical en directo de las bandas; tras el inicio de la contienda la represión iba a ser mayor. La Gestapo, la policía y otras organizaciones gubernamentales se emplearon en esta ciudad con especial crueldad contra el movimiento del swing.  Muchos chicos y chicas del swing tuvieron que soportar interrogatorios discriminatorios, torturas y detenciones.

Por ejemplo, en los informes elaborados por las Juventudes Hitlerianas y la policía sobre el Festival de Swing de Hamburgo de 1940 se puede leer: «…los bailarines daban un espectáculo desagradable. Ninguna de las parejas bailaban normalmente; había solo swing, y del peor. En ocasiones dos muchachos bailaban con una chica sola; en otras varias parejas formaban un círculo abrazándose, saltando, batiendo palmas, incluso refregándose las partes posteriores de la cabeza unos con otros… «. También que «cuando la banda tocaba una rumba, los bailarines entraban en éxtasis salvaje. Todos se juntaban alrededor y cantaban los coros en inglés. La banda tocaba números cada vez más violentos; ninguno de los músicos se encontraba ya sentado, todos se movían en el escenario compulsivamente, como animales salvajes…«.

El año de 1942 iba a ser fatídico para los chicos y chicas swing, no sólo Goebbels iba a emitir una ley que prohibía la entrada en Alemania de cualquier disco o partitura proveniente de los países enemigos. Unos meses antes de que esta iniciativa fuera legislada, en concreto el 26 de enero está fechada una carta escrita por Heinrich Himmler, líder de las S.S., en la que se solicitaba que los «cabecillas” de estos grupos de Swingjugend fueran «encerrados en campos de concentración por dos o tres años«.

Según los cálculos, casi 50 chicos y chicas swing de Hamburgo fueron deportados a diversos campos de concentración.  «Los jóvenes menores de 18 años fueron enviados a los denominados Jugendschutzlager (un tipo de campo de concentración para gente joven). Los varones eran enviados al campo masculino de Moringen; mientras que las chicas eran enviadas al campo femenino de Uckermark, que se encontraba cerca de Ravensbrück. Por otra parte, en marzo de 1942, los miembros adultos y judíos de los swingjugend fueron deportados a Theresienstadt o a campos de concentración en Bergen-Belsen, Buchenwald, Harzungen, Dora-Mittelbaun, Neuengamme, Ravensbrück, Sachenhausen o Auschwitz«. 

«Las chicas del swing eran albergadas en forma separada en el campo de detención juvenil de Uckermark en 1942 y eran sometidas a permanentes actos de intimidación por parte de las SS. Dado que los chicos del swing habían sido categorizados como prisioneros políticos opositores en el campo de detención juvenil de Moringen, se los encerró a todos juntos en la misma barraca«, explican en Música y el Holocausto

Sin embargo, ni al otro lado de los alambres de espino de los campos de concentración, los nazis pudieron parar el swing ni la afición de estos jóvenes. De hecho, en algunos campos de concentración incluso los presos pudieron recibir sus colecciones de discos, como compensación a los trabajos forzados en las fábricas a los que les sometían sus captores. Esto demuestra que el poder nazi nunca pudo controlar efectivamente el movimiento de los chicos y chicas swing de Alemania, que siguieron siendo fieles a su música preferida a pesar del III Reich.

En la década de los años 30 y 40 o en el siglo XXI, un mensaje claro: ¡Ama la música, odia el fascismo!


Autor: Charlie Condenado


Breve historia del Swing, artículo publicado en LaMoradaDelSwing.org
El jazz como reflejo de la lucha de clases en Estados Unidos I, artículo publicado en TintaRoja.es.
Swing Heil: El jazz en la alemania nazi y los Swingjugend, artículo publicado en Daddyswing.es.
Berlín años 20: Así llegó el jazz, artículo publicado en Berlín Epoque Gaceta.
Un siglo de la llegada del jazz a Europa, artículo publicado por Julián Ruesga Bono en Diario de Sevilla.
La música negra arrasa en París, artículo publicado en el blog Cotton Tales.
Mito y realidad de los cabarets en la República de Weimar, artículo publicado por Carolina Velasco en CaninoMag.es.
Swing Heil!: El jazz en la Alemania nazi y los SwingJugend, artículo publicado en el blog Rincón de Daddy Swing.
La Era Roja del Jazz, artículo publicado en Gueto Brass Band.
Música en el III Reich, artículo publicado en Music and the Holocaust.org
Jóvenes del Swing detrás del alambre de púas
, artículo publicado en Music and the Holocaust.org
Las Juventudes Hitlerianas,
libro de Michael H. Kanter

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