Clap Your Hands, Stomp Your Feet!: Skins & Bovver Rock

El domingo 13 de diciembre de 1970 el The Observer publicaba un reportaje que hablaba del final de los skinheads bajo un rotundo titular: «Too many close shaves spell end of the skinhead«. «‘El «uniforme» de cabeza rapada de pelo corto, pantalones cortos y tirantes los hizo destacar, especialmente para la policía’«, proseguía en el subtítulo del dominical londinense. A penas 15 meses antes, la palabra skinhead, según este texto, fue escrita por primera vez e los periódicos tras los incidentes provocados por un grupo de skinheads en una mansión en el 144 Piccadilly, Londres, que había sido ocupada por un grupo de hippies denominado London Street Commune a quienes pretendieron desalojar.

Según explica George Marshall en el libro Spirit of ’69: A Skinhead Bible, la palabra «skinhead» comenzó a popularizarse en su uso durante 1969 pero, sin embargo, «jóvenes vistiendo botas» se habían visto en los círculos mods ya en 1964. Durante los años posteriores fue desarrollándose esta cultura al margen de los focos y al cobijo que proporcionaba la escena mod en pleno auge recibiendo, en función del lugar y del tiempo, diversos nombres como noheads, baldheads, cropheads, spy kids, bovver boys, crombie boys, peanuts o hard mods. En octubre de 1968 los medios de comunicación reportaron la presencia de 200 bootboys del Millwall con la cabeza afeitada causando incidentes en Londres en la manifestación estudiantil contra la Guerra del Vietnam.

Un año después, la moda del ’69 parecía caer en desgracia. La policía decía que los skinheads eran una «especie en extinción» en las gradas del fútbol británico. Nada más lejos de la realidad como veremos después. Sin embargo, durante los primeros años 70s de la cultura skinhead brotaron suedeheads, smoothies y bootboys. Nuevos ritos tribales con cambios estéticos y también musicales. El glam rock en su vertiente menos artística y más potente, ruidosa y sin alardes, posteriormente llamada bovver rock, captó el interés de algunos de los skinheads de los 70s. ¿Por qué? Ya sabéis, «Saturday Night’s Alright for Fighting«.

Articulo publicado en Condenado Fanzine sobre skinheads, suedeheads, smoothies y bootboys y su relación con el glam/bovver rock (31 de marzo de 2021)

SUEDEHEADS: Recuperando el vestuario mod

«Los periódicos sensacionalistas habían definido con éxito a los skinheads como poco más que un matón violento y sin cerebro. De hecho, unos pocos cargaron solo con ello y muchos más hicieron lo posible por estar a la altura de la etiqueta, pero realmente no le hizo ningún favor a nadie. Ser detenido por la policía incluso antes de llegar al campo de fútbol no es tan divertido la tercera vez. Hacer el tonto es una cosa, pero estar condenado a la galería de demonios populares de la vida es algo completamente diferente. Un gran número de skins dejaron crecer el pelo un poco más para que no fueran reconocidos instantáneamente como miembros de la brigada bovver. Los trajes y zapatos que alguna vez formaron casi exclusivamente de la indumentaria nocturna comenzaron a convertirse en elementos estándar para cualquier momento del día. La apariencia de cabeza rapada nunca desapareció por completo, pero no había duda de quién era el nuevo rey del castillo. Un animal más estilizado, más sabio y con el nombre de suedehead«, relata George Marshall en Spirit of ’69.

En el libro Here Comes The New Punk se asegura que los primeros suedeheads ya se dejaron ver en plena explosión skinhead durante «el invierno de 1969, fue una lógica extensión del que en ese momento popular movimiento skinhead«. «Mientras que los skins normalmente usaban botas y tirantes, y los trajes, crombies y loafers se reservaban para la ropa ocasional de noche, los suedeheads deciden adoptar este estilo más elegante todo el tiempo. El cabello seguía siendo corto, pero no necesariamente tan corto como el de los skinheads, por lo que se llamaba «suede» look, era como si tu pelo fuera como gamuza/piel de ante. Algo así como un cruce entre un City Gent y un mod de 1964″. Como indica esta cita del libro Here Comes The New Punk, el nombre de suedehead viene debido a que el corte de pelo más largo deja la sensación de parecer a la piel de ante/gamuza.

Los suedeheads fueron un fenómeno propio de Londres y de las ciudades del sur de Inglaterra, en el norte del país la estética skinhead y mod de la década anterior siguió presente durante los primeros años 70s. La figura del suedehead empezó a popularizarse en la capital inglesa a finales de 1969 y en el invierno de 1970 ya era la nueva tendencia. Un año después, en 1971, Richard Allen escribió la novela Suedehead. El creador de ese personaje de ficción clave en la escena llamado Joe Hawkins, que protagonizó Skinhead, y también el escritor de algunas otras obras de menor impacto como Skinhead Farewell, Trouble for Skinhead, Skinhead Girl, Terrace Terror, Top Gear Skinhead, Smoothies, Boot Boys o Dragon Skin.

Estéticamente, además de un corte de pelo más largo, el look suedehead recuperó algunos de los elementos el vestuario mod, especialmente rescatando los trajes mohair y tonic del guardarropa del fin de semana para usarlos de forma habitual y también, según cuenta George Marshall en su libro, «los cinturones reemplazaron a los tirantes«. Brogues y loafers se impusieron sobre las botas, que se seguían usando, pantalones sta-prest y Levi’s con el dobladillo skinhead habitual aunque algo más anchos; cazadoras Harrington o crombies formaban parte de la estética. En este cambio también se apunta a que muchos de estos cabezas rapadas adolescentes tuvieron que dulcificar su imagen para trabajar, especialmente aquellos que tenían trabajos de oficina.

Los suedeheads también «tendían a optar por tonos más claros de marrón y azul, e incluso azul petróleo y combinaciones tonic de dos tonos bastante fuertes. También podría salirse con trajes estampados y cuadros al estilo Price of Wales«, escribe George Marshall. También destacó el uso de sombreros pork pie y bowler junto a otro curioso elemento: el paraguas, y no precisamente con la única intención de protegerse de la lluvia si no también como arma de ataque. El menor uso de la violencia por los suedes fue otro elemento diferenciador con respecto a los skinheads. Algo que también favoreció que pasasen más inadvertidos en los medios de comunicación. No protagonizaron documentales como What’s the Truth About Hells Angels and Skinheads? que emitió BBC en 1969 ni investigaciones sociológicas como The Painthouse (1972). Esta falta de repercusión mediática, aunque su estética quedó retratada en el film Bronco Bullfrog (1970), junto a su efímera existencia han favorecido que en la actualidad no es un movimiento tan conocido y reconocido como los propios skinheads y mods.

En lo que hubo una mayor continuidad entre skinheads y suedeheads fue en los gustos musicales. El suedehead seguía escuchando música jamaicana y soul, muchos también se fueron incorporando al fenómeno del northern soul que iba vivir Gran Bretaña durante los 70s en lugares como Twisted Wheel, The Torch o el famoso Wigan Casino; pero otros también fueron permeables a los tiempos que corrían y se subieron al carro del glam rock. En especial, los que se vincularon al glam o glitter rock fueron los smoothies, una evolución de los suedeheads como veremos en las próximas líneas.

El movimiento suedehead comenzó a languidecer para desaparecer entre 1972 y 1973 para protagonizar un pequeño revival sobre 1978 cuando los skins estaban regresando al tablero. En este efímero renacer suedehead estaba formado por grupos reducidos, muchas veces de dos o tres personas, que empezaron a adoptar esa estética. Uno de ellos fue Hoxton Tom McCourt, que además de en los Glory Boys también fue miembro de The 4-Skins, de quienes os hablamos a propósito de los incidentes de 1981 en Southall. «En Londres, en 1976/77 quedaban unos pocos skins, gente como Terry Madden, de Camden, y Mickey Joyce (Binnsy), de Arsenal. Yo era un punk desde principios de 1976 y a comienzos de 1977 me metí de lleno en el movimiento skinhead: sta-prest, Ben Sherman, crombie y loafers. Ser diferente y con clase. En primer lugar, ser skin era tener clase. Todos los que se metieron en ello buscaban la estética adecuada, visitando a todos los viejos sastres y tiendas de ropa militar… fui skinhead por poco tiempo y me convertí en Suedehead en el ’78«, declaró.

SMOOTHIES: El giro final

Los smooths o smoothies también tomaron el nombre de su corte de pelo, más largo que el de los suedeheads. Corto en su parte frontal pero largo en laterales y parte trasera de la cabeza. Hay quienes apuntan que los suedes tan sólo fueron una etapa intermedia del crecimiento del pelo mientras los antiguos skinheads pasaban a convertirse en smoothies, como apunta el libro Here Comes The New Punk. «Por lo general, un smoothie tendría el pelo más largo y de aspecto ‘más suave’ (a medio camino de un flequillo), fue un cambio cercano al estilo mod, aunque la ropa generalmente se volvió un poco más colorida o extravagante«, apunta el libro.

Una de las peculiaridades del vestuario de los smoothies es que usaban unos zapatos característicos llamados Norwegians, a lo que añadían chalecos jumper con grandes cuellos en V, al estilo de la Ivy League estadounidense, y camisas de colores muy llamativos. Seguían manteniendo alguno de los elementos de la estética original, como los crombies o los trajes tonic, usando ocasionalmente botas, camisas Ben Shermans y Levi’s. Los pantalones siempre por encima del tobillo o con el dobladillo skinhead característico a pesar de que las Dr. Martens habían sido sustituidas por los Norwegians.

El skinhead original de finales de los 60 había sido un movimiento centrado en la figura masculina pero la entidad propia de las mujeres a nivel estético comenzó a desarrollarse y se cristalizó en el periodo smoothie en las sorts. En ellas también «el cabello era más largo, pero la elegancia seguía siendo la máxima prioridad con los trajes de dos piezas Trevira, las camisas Brutus, las mallas estampadas y esos zapatos de enfermera obligatorios como ropa bastante común«, relata George Marshall. En 1972, Dave Barker publicó un tema dedicado a ellos titulado “Smooths & Sorts”.

Esta estética más común de los smoothies les hacía invisibles a efectos de los medios de comunicación. Una tendencia de breve existencia, entre 1973 y 1974 también languideció, localizada en Londres y en el sur con mucho menor impacto que skinkheads e, incluso, suedeheads. En esta evolución gran parte de los lazos con los skinheads de finales de los 60 se habían perdido en los smoothies más allá de que muchos de ellos lo habían sido tan sólo un par de años más atrás. Sin embargo, unos parientes cercanos como los bootboys van a mantener la llama viva en las gradas de los terrenos de fútbol.

BOOTBOYS: La versión de estadio

Desde los años en los que comenzó a gestarse el nacimiento de la subcultura skinhead hasta su presentación en sociedad en 1968 y explosión en fenómeno adolescente masivo, los skins manifestaron un idilio con las gradas de los campos de fútbol. Vinculación que se ha ido manteniendo con el tiempo y que, en parte, fue la que permitió seguir viendo grupos de skinheads durante los 70s cuando aquella predicción de «raza en peligro de extinción» que hizo la Policía comenzando la década estuvo a punto de cumplirse a medida que se descontaban hojas al calendario.

Estos años de gestación y explosión del movimiento skinhead coinciden con el triunfo de la selección inglesa en el Mundial de 1966, con el subsiguiente repunte en el interés por el balompié en vivo y en directo. Según apunta George Marshall en Spirit of ’69, el fenómeno skinhead se propagó más rápidamente por Inglaterra y Escocia que el mod en parte gracias al fútbol. Debido a este aumento de interés por la victoria inglesa en la Copa del Mundo y a la coyuntura económica que vivía el país, donde la mayoría de los jóvenes conseguían trabajo de forma sencilla y tenían dinero para gastar, comenzaron a ser más frecuentes los desplazamientos masivos de seguidores visitantes. Se popularizaron los trenes especiales para aficionados de British Rail y, a través de estos viajes, grupos de skinheads fueron llegando a todos los rincones del país expandiendo el culto y montado bronca.

Los skinheads encontraron en el estadio un hábitat natural. Un lugar donde refrendar su sentido de pertenencia, presentándose ante las masas con su estética impactante, intimidante e impoluta; un territorio que defender, ya sea un lugar en la grada, la cancha, el barrio o la ciudad; además de ofrecer un campo de batalla para pelear con las mobs del equipo rival. La bronca con la policía, el lanzamiento de objetos al árbitro o las invasiones de campo para agredir a un rival o al trencilla de turno eran otras de las diversiones que proporcionaba una visita al estadio un sábado lluvioso por la tarde para ver una sesión de kick and rush sobre un césped embarrado… o en el graderío. Las crónicas de los medios de los 70s llegaron incluso a hablar de niños que acudían a los estadios no para ver el partido si no para presenciar las peleas.

Otro elemento que hizo sentirse como en su casa a los skins en las gradas del estadio fue la música. Muchas de las canciones reggae que escuchaban en su día a día, en los salones de baile de los clubes juveniles o en garitos nocturnos como el Flamingo o The Roaring Twenties, también sonaban por la megafonía de los campos a los que acudían porque eran éxitos de moda. En noviembre de aquel sagrado año para los skinheads de 1969, en la semana del día 23 en el top-20 de singles del Reino Unido estaban alojados «Wondeful World, Beatiful People» de Jimmy Cliff (#7), «Return of Django» de The Upsetters (#8) y «Liquidator» de Harry J. All Stars. A esto hay que añadir que «Long Shot Kick the Bucket«, de The Pioneers, figuraba dentro del top-30. Estas composiciones de artistas jamaicanos, principalmente las instrumentales, servían de base musical para que los fans entonasen los cánticos de apoyo a su equipo. Especialmente conocido es el caso de «Liquidator» que está estrechamente vinculada al Chelsea FC pero también a otros clubes del país, e incluso llegó a ser prohibida como os contamos en el artículo Liquidator: La canción prohibida por incitar al hooliganismo.

La violencia en el fútbol inglés es casi tan antigua como el propio juego y se remonta hasta la época victoriana. Está documentada desde los primeros años del siglo XX pero, sin embargo, las gradas de los estadios a finales de la década de los 60 iba a ver la aparición de una nueva especie: los bootboys. El bootboy no era más que la adaptación al mundo de las gradas del skinhead y su figura empezó a cobrar especial relevancia en la violencia hooligan que se desató desde las temporadas 1970-71 y 1971-72. A diferencia de suedeheads y smoothies, los bootboys, al igual que los skinheads, fue un fenómeno que se extendió por todo el país y no sólo por el sur de Inglaterra, siendo la consecuencia de la evolución lógica de los cabezas rapadas.

Drugos deseos de aplicar una sesión de la ultraviolencia que en la gran pantalla protagonizaban los personajes de La Naranja Mecánica, de Stanley Kubrick, que fue estrenada en 1971. Ya entre 1969 y 1970 fueron habituales en los tabloides las imágenes de bootboys y skinheads saliendo esposados de los estadios. Los skinheads primero habían llegado a las gradas de los clubes del sur de Inglaterra, posteriormente también lo hicieron a las de los grandes equipos del norte durante 1969. En ese año, en pretemporada, los tabloides ya se hicieron eco de como los bootboys del Porthsmouth habían corrido a los melenudos del City durante un encuentro en Fratton Park. Estos iban a seguir acaparando titulares uno días después durante los altercados organizados con motivo del primer partido de temporada en Blackpool.

En este año de explosión del movimiento skin cualquier equipo grande de Inglaterra, como Manchester United, con la Red Army a la cabeza, o los equipos londinenses, contaba con una legión de millares de cabezas rapadas como seguidores en lo que The Football Mail llamó en portada la «amenaza skinhead«. Pero también equipos pequeños como el Crystal Palace podían juntar algunos cientos en las gradas de The Holmesale End. Ante el incremento de las peleas en los campos, las autoridades tomaron medidas contra la parte más llamativa del atuendo… Efectivamente. Las botas con puntera de acero. Las Dr. Martens causaban furor entre los bootboys y en algunos estadios se tomó la decisión de que dejar las botas en la puerta de acceso y recogerlas al final de los partidos fuera obligatorio para poder acceder. En otros lo que hicieron fue quitar los cordones, aunque esto siempre tenía la solución de portar un par adicional en el bolsillo.

La mayoría de estos bootboys habían sido skinheads que se saltaron las fases suedehead y smoothie, de hecho, la mayoría de los cabezas rapadas que sobrevivieron a la década de los 70s lo hicieron en los campos de fútbol. La moda y la música, que seguía siendo soul y reggae mayoritariamente pero también cualquier canción que estuviera en las listas; no eran los principales puntos de interés para los bootboys. Lo eran el partido del sábado por la tarde y, sobre todo, la violencia (aggro) que en él o a su alrededor se podía desatar. Todos las gradas comenzaron a ver el desembarco de esta armada bootboy desde Stretford End en Old Tratford al North Bank de Highbury pasando por The Shed en Stamford Bridge. Manchester United, Manchester City, West Ham, Spurs, Newcastle, Sunderland, Chelsea, Arsenal o Stoke City cuentan que eran algunos de los clubes con mayor número de estos seguidores pero la totalidad de equipos del fútbol inglés y escocés tenía un grupo de bootboys entre sus supporters.

En el norte de Inglaterra, dentro de la escena skinhead el fútbol era algo mucho más importante que la propia música. Incluso en el norte la esencia skinhead permaneció casi impermeable a las modas suedehead y smoothie emergentes en el sur. Equipos como Newcastle United y Sunderland, que disputan el The Tyne–Wear Derby, podían juntar en estos partidos de máxima rivalidad regional a unos 2.000 skinheads y bootboys dispuestos a crear problemas. Un grupo de skins, suedeheads y bootboys de Newcastle, en concreto los pertenecientes a The Scotswood Aggro Boys, protagonizaron en 1971 un documental en BBC llamado All Dressed Up & Going Nowhere sobre sus disputas con los Hell’s Angeles. Un año después, en 1972, los bootboys del Newcastle protagonizaron un sonado enfrentamiento en la estación de tren de la localidad del norte al enfrentarse a sus homólogos del ManU.. Según las informaciones de los medios, la batalla congregó a unos 600 skinheads y bootboys.

La presión policial sobre los bootboys, ya que era un colectivo fácilmente identificable, propició que fueran dejándose de ver en los estadios desde mediados de la década, buscando un aspecto más discreto para pasar desapercibidos entre la muchedumbre, lo que poco tiempo después iba a desembocar en el fenómeno casual. A pesar de ello, hasta que el culto regresó a escena de la mano del punk, las gradas de los estadios siguieron siendo de los pocos sitios donde gracias a estos bootboys permanecían los lazos con el skinhead tradicional de finales de los 60s.

EL PERIODO GLAM

«Después de que la popularidad de los skinheads alcanzara su punto máximo, entre 1972 y 1975 se desarrolló una especie de cruce de escenas muy llamativo. La presencia de bootboy continuó durante todo este período, a través de los smoothies entró el glam, aunque en ese momento la apariencia de un bootboy típico se había alejado mucho de su estilo impoluto. El terror de las gradas se dejó el pelo más largo, muchos todavía se llamaban a sí mismos smooths, pero se volvieron inquietantemente similares en el estilo de vestir al de los hippies«, narran en Here Comes The New Punk. «A pesar de que los hippies seguían siendo el enemigo ideológico, los bootboys ahora se componían en gran parte de amantes del glam rock de pelo largo, con pantalones acampanados, a veces ni siquiera usaban botas, preferían zapatos de plataforma al estilo Slade o zapatos brogue de tacón alto».

Además de los notables cambios estilísticos respecto al estilo original, muchos de ellos admitidos por los propios participantes como «fuera de lugar» y que les hacían parecer «estúpidos«; también se empezaron a adoptar algunas tendencias que luego iban a popularizar con el desembarco de la moda casual en las gradas. Además de los pantalones de cuadros y las camisetas sin mangas propias de las tendencias de la época, el vestuario de los bootboys de este periodo empezó a incluir zapatillas deportivas y desert boots. La estética individual estaba marcada, según sostienen en Here Comes The New Punk, por los colores de tu equipo de fútbol, lo que hacía que más que al uniforme típico de un skinhead se pareciese «a la estética del oso Rupert«.

Estos cambios en el aspecto vienen derivados por una evolución en lo musical. En este periodo el glam o glitter rock creció en popularidad mientras el reggae comenzó a caer en desgracia. Por un lado, la necesidad de los smoothies de diferenciarse de su pasado reciente, el skinhead, les hizo abrazar un estilo emergente como lo era el glam rock. Por otro lado, en los bootboys la música fue secundaria, aunque seguía habiendo inclinación por el soul y el reggae pero también por lo que se llevase en el momento y en aquellos inicios y mediados de los 70s lo que empezaba a pegar con fuerza era el glitter rock.

A este acercamiento al glam/glitter rock también ayudó la propia evolución del reggae. Durante 1970 y 1971 continuaron aparecieron canciones que hablaban sobre los skinheads, en buena parte también para favorecer su éxito comercial, pero en estos inicios de la década de los 70 el rastafarismo cobró gran influencia sobre la escena reggae, incorporando temas a sus letras que no enganchaban a los cabezas rapadas ni a sus descendientes. Los bootboys no querían saber nada de «Jah» y «Babilonia«. Era 1973. Nunca habías sido el alumno aventajado de la clase y tu tendencia de meterte en líos te dibujaba un más que probable paso por el borstal (escuela reformatorio). Era lógico verte tan reflejado en la portada y en los cortes spoken word del disco Out of Borstal de Fresh (1970), que contaba con tres skinheads, como con la de Skinhead Moonstomp de Symarip (1970). Si todavía estabas estudiando tu futuro era la cola de la oficina de desempleo ya que sobre tu vida se cernía la crisis del petróleo de 1973. Si ya estabas currando veías que tu vida estaba atrapada en algún curro mal pagado, sin futuro, con ninguna esperanza de movilidad social que despertaban un sentimiento de violencia que retrataban las composiciones de bandas blancas de clase trabajadora de rock como «Working Class Man» o «Preaching Violence» de Third World War (1971) y se canalizaba desatando tu furia en la grada. Una buena alternativa musical para dar lustre a las botas que ir el sábado al pub con la cuadrilla, atiborrarte a pintas, buscar pendencia en los aledaños, entrar al fondo del estadio de tu equipo e intentar convertirte en unos de los chicos y, por qué no, en el líder del firm.

Héroes de fin de semana que necesitaban una nueva banda sonora. En esos primeros años y mediados de los 70s, antes de sentirse atraído por la guerra contra Babilonia del reggae, para un adolescente británico blanco era mucho más fácil identificarse con «Si no te gusta que te envíen a la escuela / ¡Solo grita que gobiernan los rebeldes! / Si esto resultara ser (¡Genial! ¡Genial!) Una nueva revolución / Solo grita que los rebeldes gobiernan», que decía la letra de «Rebels Rule» (1974) de Iron Virgin. Para un hooligan futbolero veinteañero era sencillo sintonizar con «The Leader of the Gang» de Gary Glitter, número #1 durante cuatro semanas en julio de 1973; o «Aggravation Place» de Jook, que cuando aterrizaron en Londres portaba la estética de botas de tirantes aunque cuando la prensa les llamó «skinheads» ellos se reivindicaron como «rudies«. Hasta Elton John te decía en 1973 que estaba bien pelear durante el sábado noche con el estómago lleno de cerveza con un pepinazo como «Saturday Night’s Alright (for Fighting)!«. Gary Holton, cantante de Heavy Metal Kids, durante un programa especial de la BBC sobre delincuencia juvenil fue lapidario: «En los sesenta todo fueron collares, paz y pop. Lo que los jóvenes quieren ahora son botas, bovver y priva«.

Jóvenes carne de pub que se habían acostumbrado a la grada, a formar parte de ese mar de cabezas que se agolpaban detrás de las porterías y que hacían presuponer que una multitud de personas se apiñaban en los fondos cantando, gritando, aplaudiendo, insultando, lanzando proyectiles a los seguidores rivales o buscando problemas. No es difícil de entender que a un público que el fútbol le marca hasta el color de la ropa que se compra, también le influencie un estilo musical que empezaba a sonar en los campos a pesar de las contradicciones estéticas del glam con la pulcritud de la tradición del skinhead. Canciones de coros chillados que rugían con la fuerza de los gritos salidos desde la grada que incorporaban en su estructura sonora las palmas como las de los cánticos de los seguidores junto a una batería que incitaba a patear virulentamente en suelo de la grada o del pub con tus botas puestas. Una música que, como proclamaban Crunch en «Let’s Do Again» (1973), era para «clap your hands, stomp your feet!«. No es difícil situarse en mitad de una gradería cuando uno escucha «Kick Your Boots Off» de Sisters (1973) o «Cum On Feel The Noize» de Slade. Como tampoco es difícil imaginar como los ritmos y partes coreables de «Quick Joey Small» de Darren Burn (1974), «Bay City Rollers We Love You» de Tartan Horde (1975), «The Leader of The Gang» o «Rock and Roll Part 2» de Gary Glitter, por citar algunos ejemplos, sirvieron de base para los cánticos de los seguidores como lo habían sido «Liquidator» de Harry J. All Stars o “Double Barrel” de Dave and Ansel Collins para los skinheads tan sólo unos pocos años antes.

Este rock and roll sucio llamado glitter, después glam rock, ruidoso, alegre y festivo. Con los años, a este booty glam tan del gusto de los bootboys de la época gracias a su ritmo apabullante, coros furiosos y estridentes como una firm de hooligans cargando en un estadio; carencia de grandes alardes musicales y desprovisto de la pomposidad y pretenciosidad artística e intelectual (y coste) de David Bowie o Marc Bolan; se ha convenido en llamarle bovver rock, etiqueta que en aquellos años no describía una escena y no era la más habitual para catalogar a estas bandas. Music Week al describir el single «Wired Up» de Hector (1973) usó el término bovver rock pero los expertos dicen que no hay muchas más pruebas documentadas de ello en aquellos mediados de los 70s. Una etapa en la que hubo algunos aspirantes a Bowies y variantes de Roxy Music a precio reducido, pero la mayoría se apegó al modelo de glam acuñado por Slade y The Sweet: tambores retumbantes, guitarras distorsionadas, coros de cánticos en la grada. Seguir la estela de David Bowie era mucho más difícil ya que significaba una respetable inversión de dinero. Más fácil era la senda del bovver rock de baterías atronadoras, guitarras distorsionadas y coros de cánticos de grada.

La banda sonora en los 70s incorporó a este bovver rock en el que hay quién ve un precursor (proto-oi!) o, al menos, influencia directa sobre bandas como Cockney Rejects, Cock Sparrer, Sham 69 o Angelic Upstarts que iban a definir el oi! tan sólo unos años después. Se apunta a que muchos de estos músicos pudieron escuchar estas canciones, bandas y artistas durante su pre-adolescencia y, por ello, estar influenciados por ello. Esto queda refrendando con declaraciones como las de Roi Pearce, The Last Resort y The 4-Skins, en las que comentó que «cuando empecé, mis influencias eran Slade y Gary Glitter«. Craig St. Leon, de Criminal Class, también dijo que «estaba metido en todo a medida que surgía. Escuchaba un disco en las listas y si me gustaba, lo compraba. Tan sencillo como eso. El glam rock como David Bowie me gustaba, era brillante en los días de Ziggy Stardust. Mira, no suena muy skinhead, ¿verdad? Pero es la verdad«.

A mediados de los 70s, las noche de sábado de borrachera y pelea antes, durante y/o después del fútbol tenían como banda sonora en el pub a Sweet, Mott the Hoople, Hector, Suzi Quatro, Mud, Crunch, Heavy Metal Kids, Gary Glitter y, por supuesto, Slade, que eran la conexión directa con los skinheads originales. Quién sabe cuantos cabezas rapadas de finales de los 60s que sobrevivía con un aspecto u otro durante los 70s tuvo de puerta de entrada al glam y bovver rock gracias a la etapa skinhead de Slade.

SLADE: Skinheads for… a while!

Como es conocido, Slade fueron skinheads antes de disfrutar de su gran periodo de éxito durante el glam rock de los años 70; de convertirse una de las bandas británicas más importantes del momento con una carrera que cuenta con seis singles en el número #1 y un total de 17 dentro del top-20 de la lista de sencillos de éxito; de vender más de un millón de copias (seis a lo largo de toda su carrera discográfica) de «Merry Xmas Everybody«; o de firmar temas tan futboleros como «Give Us A Gol» (1978) y atronadores himnos de estadio como «Cum On Feel The Noize» (1973). Unos skins por conveniencia, en busca de encontrar el éxito en la industria musical aprovechando el momento cumbre de popularidad del nuevo culto británico juvenil.

Cuentan que cuando el ex The Animals Chas Chandler vio por primera vez a Slade en vivo en el Rasputin’s Club de Londres no era una banda de skinheads sobre el escenario. De hecho se comenta que Slade se perdieron el ascenso a la cima de la popularidad que los skins vivieron en 1969 ya que estaban en las Bahamas, en una residencia de cuatro meses interpretando reggae y soul como banda soporte en directo. Chandler vio el potencial comercial del nuevo culto juvenil emergente en Inglaterra que cada día que pasaba incrementaba su número de adeptos. Unos chicos que buscaban referentes en el mundo de la música ya que la mayoría de artistas de soul o reggae eran afroamericanos y afrocaribeños que más allá del gusto musical tenían poco en común con los skinheads del Reino Unido. Slade eran como ellos. Jóvenes, blancos y de clase trabajadora, procedentes de Wolwerhampton, y una de las primeras bandas en adoptar la estética skinhead. «Los skinheads son chicos con los pies en la tierra, que al menos trabajan para ganarse la vida. Usamos botas y tirantes porque nos gusta usarlos«, declaraba en aquellos tiempos Noddy Holder, cantante de Slade.

Una de las primeras y no la primera porque, según cuenta la leyenda, su mánager, Chas Chandler, fue quién les sugirió realizar un cambio de imagen por inspiración de otro grupo del circuito, Neat Change, cuya única grabación publicada fue un 7″ de 1968 con dos canciones que suenan inspiradas por el pop psicodélico que tan rechazado fue por hard mods, skinheads y sus sucesivas evoluciones. Slade habían estado juntos desde 1966 sin conseguir ningún éxito, así que con poco que perder, se transformaron en skins de la noche a la mañana y comenzaron a portar la estética de botas, tirantes y pelo corto coincidiendo con el cambio de denominación de Ambrosie Slade a Slade.

Esta estrategia tampoco impulsó definitivamente su carrera comercial, incluso los promotores recelaban a la hora de contratarlos debido a su estética bovver boy y a la mala fama que estos arrastraban. Su primer éxito comercial, «Get Down And Get With It«, que alcanzó el número #16 en la lista oficial de singles de UK, llegó en 1971 cuando Slade ya habían comenzando a distanciarse de la estética skinhead, aunque se puede ver algunos detalles en la portada de este single y, sobre todo, estas huellas son más evidentes en su primer disco, Play It Loud (1970). El resto de la historia de Slade es tan conocida como exitosa.


Autor: Charlie Condenado

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